Hay palabras que hieren, que lastiman, especialmente si son dichas
muchas veces por los padres o profesores. Los gritos y las explosiones pueden
conseguir disciplina, pero también pueden causar heridas profundas en la
autoestima de los niños.
Muchas veces los padres no nos damos cuenta de lo que decimos. Y basta
con que los hijos hagan cualquier cosa que no estaba en nuestro
"script" para que dejemos salir nuestras "garras" por la
lengua. Y ¡sabe Dios lo que somos capaces de decir algunos de nosotros! Me
acuerdo muy bien que un día, mientras paseaba a mi perro, vi a un padre que
enseñaba a su hija, de unos 5 o 6 años, a manejar su nuevo compañero, un
perrito.
El padre le explicaba cómo debería llevar la correa y cómo tenía que
posicionarse, pero en un determinado momento el perrito, al ver otro perro,
empezó a ladrar y claro, la niña se mostró nerviosa sin saber qué hacer. Y eso
fue lo bastante para que el padre empezara a gritar a su hija y a decirle que
jamás debería haberle comprado un perro, que ella era una estúpida, una tonta,
que eso o aquello. Me puse en la piel de la niña, y me sentí la persona más
menospreciada del mundo. Me hundí...
Lo que sentí y he escuchado sobre el tema, es que el abuso verbal que
utilizan algunos padres en la educación de sus hijos puede quitar la capacidad
de confianza de los niños. Les dejan "hecho polvo", sin capacidad de
reaccionar, sin habilidades sociales. Frases como "Eres estúpido",
"Ojalá nunca hubieras nacido", o "no te metas con mis
cosas", sólo insultan y menosprecian a los pequeños, y les hacen crear una
imagen negativa de sí mismos. En razón de eso, el niño puede mostrar dificultad
para relacionarse con los demás, sacar malas notas en el colegio, mojarse en la
cama, o adquirir costumbres de chuparse el dedo, etc. Eso sin hablar de lo
vulnerables que pueden convertirse frente a otros tipos de abuso.
Artículo extractado de guiainfantil.com
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